Empiezo por el final, y (lógicamente) termino por el principio. Me doy la vuelta mecánicamente, igual que separan la carne de pollo, y mi voz se oye al revés al derecho, porque ya estaba al revés. No puedo solo: acribíllame a e-mails. Vida y muerte me repiten, no las nombraremos nunca más: al final tenía razón aquel hombre que meaba por las calles y se hacía fotos con poetas extranjeros por el interés te quiero portugués.
En otro orden de cosas, me dejaron las gárgolas a medias. Si no son gárgolas son quimeras, pero fueron los ocho euros mejor gastados de mi vida.
En otro orden de cosas, me dejaron las gárgolas a medias. Si no son gárgolas son quimeras, pero fueron los ocho euros mejor gastados de mi vida.
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