Las situaciones no se pueden posponer, tampoco se pueden prever. Había una vez un hombre que amaba la inmortalidad, lo quería todo en esta vida menos morirse, y cuando consiguió tener la inmortalidad frente a frente y mirarla a la cara, le dio mucho miedo y retrocedió, se hizo pequeño, grande, gilipollas, aclamado y maldecido. Las situaciones no se pueden prever, tampoco se pueden posponer. Había una vez un hombre sabio, que amaba los libros, quería aprenderlo todo de esta vida, incluso morirse, desnudo como nació, y dejar aquí nada, pues nada había traído consigo. Y cuando consiguió tener la muerte frente a frente y mirarla a los ojos, la muerte se acobardó y le concedió un poco más de tiempo. Una pequeña eternidad más. Que no se podrá posponer, ni tampoco prever.
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