Aún los sientes en algunas calles de la ciudad. Las luces intentan apagarlos. No se habla de ellos en televisión. Los niños se alejan. Ellos siguen aquí, en calles oscuras tan cerca y tan lejos del centro (el centro comercial que ahora es el centro de la ciudad). Si escuchas con atención, aún resuena en tus ojos el primer llanto de Larra, el 'sí, quiero' de Rosalía, las peleas en verso de Góngora y Quevedo, aún huelen las Flores de Neruda. Todos siguen ahí, aquí, y tantos otros, aunque los ignoren, aunque no los anuncien en el telediario (pues ¿qué es hoy en día el periodismo sino otra forma de publicidad?). Están aquí, y poco ha cambiado nada desde que estuvieron aquí. Las mismas miserias, metal en vez de madera, plasma en vez de papel. Todo es lo mismo.
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