viernes, 29 de diciembre de 2017

Marian Raméntol y Cesc Fortuny comentan «Doble mente»

Los artistas Marian Raméntol y Cesc Fortuny me hacen llegar sus comentarios sobre Doble mente. Ambos se dedican a la música, la poesía y las artes plásticas, y acaban de estrenar la película Efímer (de la que hablé aquí). Fortuny es, además, autor de la canción L'home miserable, que suena en varios momentos de Doble mente. Muy agradecido a los dos, comparto a continuación sus palabras:


DOBLE MENTE, la diversidad de la fauna y flora del artista

     Capturar la propia esquizofrenia, la psicosis interna que marca y desmarca espacios imposibles, creados por y para nosotros y que se convierten en nido y prisión al mismo tiempo, y hacerlo, además, como lo hace David Francisco, es, sencillamente, una genialidad. 
     El ritmo entrecortado del film, con esos rítmicos fundidos en negro que provocan arritmia en el espectador, ya marca, de manera clara y precisa, la densidad y complejidad de la trama. En su desarrollo se abordan temas como la angustia (la propia generada por la mente de cada cual y la otra, esa que te devora las entrañas salvajemente ante la creación, esa especie de acumulación de pinchazos en el vientre ante el acto creativo); el miedo al exterior, a lo hostil y desconocido, al mismo tiempo que el pavor a nuestro propio hábitat, a los espacios montados sobre nuestras estructuras que ya no nos dejan ver, oler o sentir más allá. En definitiva, a mi modo de ver, Doble mente nos presenta la diversidad de la fauna y flora del artista, de sus mostruos más reales y de ese subconsciente que como una perenne condena acaba dando paso a la creación en estado puro.

Marian Raméntol
Noviembre 2017


Doble mente


     El agua estaba fría, no, helada. Las puntas de mis dedos sentían como el hormigueo se posaba y ganaba terreno. Mi mente languidecía al tiempo que esas calles, esos cristales, esos pasillos y ese desesperante deambular (ahora entre infinitas puertas, ahora entre cuadros maravillosos) poseía sin remedio mi espíritu. 
     No pude evitar la implicación emocional que me hubiera gustado. ¿Es muy feo hablar de una obra en la que aparece mi música? No me importa mi música, francamente, las imágenes hablan por sí solas. Son ellas las que sin ninguna piedad me transportan por los recodos de una mente, que quizás no quería recordar, o tal vez sería mejor decir reencontrar. 
     Doble mente ha sido mi redención, mi píldora del día después. Me quedé absorto desde la pelota que busca desesperadamente el desagüe, hasta esas puertas redentoras que se abren a la esperanza. Me quedo con tantas cosas, con sus desesperados actores, con sus obsesionadas pinturas, con ese pasillo odioso, esa visión tan particular del agua, de la nocturnidad urbana, de los espejos, del aislamiento y de algo que me enamora especialmente, la naturaleza, siempre preciosa, pero despiadada y brutal, y... con el retrato preciso del mundo de los detalles que conforman en sí mismos un universo infinito. 
     Doble mente es un trabajo lento, duro, angustiante y rico. No puedo pedir más. David Francisco rompe aquí con sus trabajos anteriores y desgrana durante tres cuartos de hora un gran número de sus obsesiones habituales, llevándolas a nuevos territorios. No ver Doble mente es una lástima, pero por encima de todo es una estupidez. 
     El uso de la cámara me parece exquisito, es un ojo que termina protagonizando cada plano, que se muestra discreto pero preciso, distante, pero a la vez comprometido. El montaje es sencillamente excelente, clavando cada cambio de ritmo y ajustado el sonido y la música con un detalle total. Otra vez los detalles, unas escenas en las que una cuchara juega con la comida, un pequeño insecto que lucha por arrastrarse...
     Como decía, a destacar la angustia de esos pasillos repletos de puertas cerradas, y de esas tomas frente a cuadros (excelentes y evocadores ya de por sí). Soltad amarras y estad preparados para un viaje en el que sin duda quemaréis las naves. Soltad amarras y bien aposentados en una cómoda butaca, deslizad vuestros ojos por un universo de detalles. La belleza cruel de la naturaleza, el aislamiento de los seres humanos, la liberación del sufrimiento atroz de la autoconciencia. Todo en Doble mente es un viaje, y todos los viajes son el viaje. 
     Una película que no me canso de ver (esto ya de por sí es maravilloso), una película que no me cansaré de recomendar. 

Cesc Fortuny
Monistrol de Montserrat, 2017

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